Volver al origen de del olvido
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Temblándole las manos, Lydia acertó con las teclas. Avisó a Raúl y Marga, que estaban trabajando:“Directazo en mi insta”.
Tenía la cara blanca. Más que la sábana que acababa de tender en la terraza del bloque. Pese a la conmoción, asoció la broma infantil del burro volando con una gracieta de sus vecinos de rellano. “¡A nuestra lavadora, sólo le falta despegar!”.
La chunga marinera con la Volay, la línea económica de una prestigiosa marca, era ya realidad, un hecho consumado. Y volátil, "on live".
Lydia retransmitía el grácil vuelo del electrodoméstico. Era una libélula, pero con cola de cometa, con los cables y los tubos de plástico revoloteando.
Llevaba semanas dando señales. Primero fue un clinc, clinc metálico. Mutó, días después, a un clataclong, clatacong bronco. Luego saltitos, los bamboleos de pingüino hasta salirse por el balcón de la cocina.
Los vecinos, avergonzados, solían excusarse en las reuniones. "Nos salió rabalerilla". El tambor giraba a más revoluciones que las marcadas de serie. Zumbaba como la turbina de un avión. Emitía un chirrido agudísimo, un in crescendo de decibelios inhumano.
Las sirenas de bomberos, policías y ambulancias aumentaron el pánico, que se había apoderado de la gente. La tragedia se mascaba. Sobre todo, entre los propietarios de los coches aparcados bajo el OLI (Objeto Lavador Identificado).
Una colchoneta gigante seguía su azaroso “deanvolar”, esperando amortiguar el aterrizaje forzoso. A la que pitara, la máquina protagonizaría una caída de lo más limpia.
El tambor aminoró su velocidad. Los testigos gritaban como si se les echara encima el fin del mundo. Lo normal era que la lavadora se desplomase, pero se revolucionó de forma endiablada con un traqueteo supersónico. El estallido parecía inevitable. El suceso, de portada internacional.
Sin embargo, de golpe, la máquina salió disparada como un cohete espacial. En milésimas de segundo, se miniaturizó en la inmensidad de la estratosfera.
Los dueños, viendo el éxito de la evasión de su Volay, se intercambiaron reproches en los comentarios del directo:
—¡Por tu culpa, Raúl. Tanto darle al Turbo Perfecto!
—¡Pues anda que tú, fanática del Centrifugado Adicional!