El gnosticismo fue señalado como fuera de la ortodoxia desde los comienzos del cristianismo. San Pablo se opuso a este modelo de pensamiento, por negar la resurrección corporal. El vocablo griego «gnosis» se traduce como conocimiento. Término del que deriva la palabra «gnóstico» y que atañe al que conoce, al «iniciado».
La persona para los gnósticos queda conformada por cuerpo, alma y espíritu. Donde el espíritu es la parte más elevada del ser humano, por lo que exclusivamente los hombres espirituales son los que se salvan. Aquellos que son capaces de hallar en su interior la «chispa» o «centella» divina. Sin embargo, la «Gran Iglesia» en el Concilio de Constantinopla IV, celebrado en el 870, equiparó el alma al espíritu y condenó como herejía la concepción tricotomista.
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