
Conjugación perfecta en aquella ventosa y fresca tarde de abril. Los campos floridos, repletos de amapolas, y la sierra de Chimenea que pareciera quería hacer honor a su nombre, con esas nubes orográficas ceñidas perfectamente a sus cumbres, como si la chimenea estuviera a pleno rendimiento. La cercanía al Mediterráneo, a unos 30 km en línea recta, ayuda a que en los días de viento de componente sur, de procedencia marítima, cargados de humedad, se forme la conocida por los antequeranos como montera sobre las sierras del Torcal, Pelada y Chimenea. Estas sierras, dispuestas perpendicularmente a los mencionados vientos, generan un efecto barrera y "disparo" para que ascienda el aire, dando lugar, si las condiciones de humedad son idóneas, a la condensación de las gotitas de agua en las laderas de barlovento y, por tanto, provocando la aparición de nubes que se ciñen cual traje de alta costura a la morfología de la montaña. Una vez este aire desciende por las laderas de sotavento se calienta y puede contener más vapor de agua, por lo que de manera habitual estas nubes se disipan.